
viernes, 6 de agosto de 2010

lunes, 7 de junio de 2010

Capitalismo: Una Historia de Amor (2009, USA-documental) de Michael Moore
jueves, 6 de mayo de 2010

Pescado Robert 'Fishman: No es "robar" si eres de la familia. Pero, en serio, no le digas a tu mamá.
THE ROCKER
Idem (2008, USA -Comedia) de Peter Cattaneo
"TIPS"
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David Marshall: John Lennon es revolcando en su tumba para ocultar la ereccion que acaba de darle!
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Fishman, Robert Peces ": Algunas personas llevan una pata de conejo, me gusta el rock una bolsa de vomitar.
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Curtis: [muy deprimente una canción que acaba de escribir]
Pescado Robert 'Fishman: Wow ... Bueno hay un poco de cianuro y hojas de afeitar en la guantera por lo que puede ayudarte a ti mismo!
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"La narración que habita por un largo tiempo en el entorno de trabajo -el rural, el marítimo y el urbano- es en sí misma una forma de comunicación artesanal, por decirlo así. No persigue convocar la esencia pura de la cosa, como la información o un informe. Hunde la cosa en la vida del narrador, para sacarla de él nuevamente. De esa forma, los trazos del narrador se adhieren al cuento de la manera en que las huellas del alfarero se adhieren a la vasija." Walter Benjamín, Iluminaciones
LIVERPOOL
Idem (2008, Argentina/Drama) de Lisandro Alonso
"TIPS"
ENTREVISTAS con Lisandro Alonso
1)
Qué es una película?.
Con La libertad, más o menos desde 2001, se empezaba a hablar más del tema del documental y la ficción, tratando de definir qué es ficción y qué es documental. Ahora esa mezcla se toma ya como algo convencional y se acepta ya como un “género” propio, y esa mezcla la puede mencionar hasta mi abuelo. Yo creo que ahora la pregunta que va a empezar a surgir, o que a mí me surgió hace algunos meses, es qué es una película o quizás qué es cine y qué no es cine, digamos. Porque el cine, entendido éste como los multiplex y Hollywood, ya no es cine para mí. Eso es... un producto o un par de zapatillas, no sé, algo para sacarle el dinero a la gente. Que no digo que no sea necesario, pero eso no es cine para mí. Y no es sólo por atacar al cine de Estados Unidos porque, si vamos a eso, no conozco tanto el cine clásico norteamericano, pero en dos o tres décadas atrás el cine norteamericano era mucho mejor en calidad, no sé si en cantidad pero sí en calidad. Había un denominador común de cierta calidad, ahora me parece que ya sólo importa el dinero. Importa si funciona o no comercialmente, pero no en sí el estándar de calidad.
Distribución.
Lo que es feo, que me puede pasar a mí por desconocimiento también, es que cuando quiero hablar de cierto cine que me interese siempre recaigo en no más de diez nombres de hoy en día, y eso es muy peligroso. Entonces, ¿por qué son siempre estos diez nombres y hay muy pocos nombres nuevos? A lo mejor antes había más posibilidades de que se hicieran cierto tipo de películas y hoy es más difícil producirlas. De hecho, Costa, estuvo tres años filmado la película [Juventude em Marcha] calculo que por un problema financiero, no lo sé, pero igual no le ha sido fácil encontrar dinero.
El sistema se ha ido cerrando y se ha hecho muy difícil para una primera película llegar al fílmico —ya sea al 16, al 35 o al Super16—. Se hace una primera película en vídeo, el que quiera, y si uno sabe cómo trabajarlo y se toma ese trabajo —sea Costa, sea [Albert] Serra o quien sea— está perfecto, pero si me tiran el vídeo crudo por la cara y me lo proyectan en Beta, el que está perdiendo es el espectador. Me ha pasado en algún festival que en competición había este tipo de películas, los programadores se habían tomado el trabajo de investigar a quién podían descubrir y traer de lugares muy diversos, pero el resultado que consiguieron con buena fe en imagen y sonido era pobre. Entonces esto juega en contra de un determinado tipo de cine que pretende ser diferente pero tiene una propuesta audiovisual no demasiado sólida. Esto es lo que me da cierto miedo porque le hace mucho más fácil ganar la batalla a los otros, digamos. Creo que hay que considerarlo. Se está volviendo difícil acceder al 35mm.
35mm. vs. vídeo
Yo tengo un amor especial por el 35 mm, por el fierro pesado, funciono mejor con el modo de trabajo que te da el 35. No puedes darte determinados lujos, como hacer planos de hora y media, por decir algo, porque ya te limita la duración de película que tiene el chasis, que dura cuatro minutos o diez. Pero también a nivel de costos hay que replantearse mucho qué es lo que uno quiere filmar, lo que te da seguridad y solidez en lo que terminas filmando. Y ese puede ser parte del problema del vídeo. A veces sus historias son vagas y dispersas, y puede ser debido al modo de trabajo del vídeo; todo es tan libre y uno pude llegar a tener cien horas rodadas y en el momento de editar uno no sabe cómo dar forma a eso. No siempre, pero puede pasar.
Los yanquis no son nada tontos. Me acuerdo en Argentina cuando estaba estudiando cine —estoy hablando de hace diez, quince años— que se empezaron a poner los multiplex de 20 salas, y los profesores me decían que esto era lo que necesitábamos, pues vamos a tener más salas para pasar el cine argentino... Y bueno, qué mierda, no ponen una película argentina y si la ponen la ponen una semana y la vuelan. El vídeo no ha provocado que todo el que hace una película pueda enseñarla. Mirá, en Estados Unidos filman mucho en vídeo pero filman en un vídeo que cuesta carísimo y que después lo bajan a un laboratorio, lo tocan y le meten efectos por todos lados y lo vuelcan a 35 mm. O sea, que eso no es vídeo, si querés llamarlo vídeo de alguna manera fácil lo es, pero eso es otro proceso de trabajo que te sirve para postproducir mucho mejor una imagen y después volcarla a 35 mm. Por eso decir que cualquiera puede hacer una película en vídeo me parece que no es así. Volviendo a Costa: su película sí tiene un trabajo de imagen y composición, encuadre, de luz, de retoque, y en eso sí me gustaría incursionar, por decirlo así. Pero te das cuenta que ahí hay un tipo detrás, que igual no filma en 35 porque no le interesa, pero que está muy preocupado por lo que es la imagen y que trabaja el vídeo y no te lo vuelca crudo. El vídeo crudo a mí no me gusta: es como brilloso, con mucho contraste, tiene una textura con mucho menos vuelo... es como muy duro el vídeo.
Hay que conocer las limitaciones que uno tiene cuando dice “quiero hacer una película”. Hacer cine es caro, y fue caro desde los comienzos. Yo vengo de Argentina, no vengo de ningún país... La manera de combatir esto es saber el presupuesto que uno tiene y adecuarse a él; y si hay que filmar una película en 35 en tres días, prefiero filmarla así a hacerla en vídeo y en más días. Cuando se oye por ahí que determinada película costó mil dólares... bueno, está bien, no me parece que esté mal, pero algo que te costó mil dólares no tiene como mucho empeño visual o auditivo. Las bandas de sonido en vídeo son dos canales contra las bandas en 35 que son cinco o seis, o sea, que creativamente se puede hacer mucho más. Entonces si no tengo dinero espero a conseguirlo o busco de otra manera, o escribo o saco fotos (risas), pero por qué empeñarse en hacer una película.
Yo filmo siempre muy poco porque el material bruto que tuve para mis tres películas no fue más de tres horas y media, que son unos 7.500 metros de película, que no es nada. En un rodaje normal se tendrán 30.000 ó 35.000. Recuerdo que La libertad, que terminó teniendo cincuenta planos, yo dije: “Bueno, ¿cuánta plata tengo? ¿Para qué me alcanza? Para diez días. Bueno, vamos a ir filmando”. Pero siempre pensé en hacer una película en diez planos secuencia, digamos, o lo que alcance el chasis pero hacerla en quince planos pero que se vea bien. Entonces tendré que agachar la cabeza, bajar al papel, ver lo que quiero hacer y adecuarlo a esos diez planos secuencia. Y trabajarlos, claro, porque un plano secuencia no es un plano largo y ya está, hay montaje interno, cómo entran los personajes, cómo se mueve la cámara, la profundidad de campo... O sea que con lo que uno tiene hay que hacer lo que se puede, pero no renunciando a lo que es el cine: imagen y sonido. Ya los Lumière, hace 110 años tenían mejor imagen que ahora, filmaban en 35 mm. Entonces vamos como en retroceso, está bien que [las cámaras] sean más accesibles, pero estamos perdiendo algo, al menos los que estamos interesados en determinado tipo de cine.
Bueno, todo lo que estoy hablando es aplicable a cierto tipo de películas. En mis películas no hay una gran interpretación de un personaje, un gran drama, claro, si vos tenés que repetir una toma para que un actor te haga quebrar en la escena, no vas a poder filmar uno a uno, vas a tener que filmar diez a uno, con lo que estaríamos en otro tipo de película.
Libertad
Después de hacer Los muertos, sentí que estuve muy agarrado por el guión, porque Vargas estaba interpretando a un personaje, no era él, y eso me provocó un cierto disgusto en algún sentido o de falta de libertad, y a lo mejor me extremé demasiado con Fantasma donde me di libertad total en el sentido de “¿qué voy a filmar?” Bueno, caminemos por acá, me gusta ese pasillo; Lucio Bonelli, “¿se puede iluminar?” Lo iluminamos. “¿Tenemos película? ¿Sí? ¿Cuánta? Bueno, nos alcanza, hagámoslo”. Y finalmente Fantasma era como veinte minutos más larga y le terminé sacando cosas porque me parecía que había mucha historia. Había filmado cosas con Misael, con un piano... un montón de cosas. Pero el guión para mí es como una pequeña guía y voy viendo hasta dónde me da. Por ejemplo con Los muertos devolví diez latas de película porque no tenía más que filmar; me decían: “Che, tenemos película, que no te van a devolver el dinero, filmá lo que quieras”. Y dije: “Mirá, no tengo qué filmar, no se me ocurre que más filmar, y filmar por filmar... no”. O sea que es una cosa de pensar si con lo que venís filmando expresás la idea o la pregunta de lo que querías hacer con esa película. Y de alguna manera creo que mantenerse chico siempre es mejor, no es que más grande sea mejor, como dice Peter Jackson, yo no coincido con eso. Primero, bueno, porque nunca voy a tener tres millones de euros para hacer una película; pero también porque muchas de las películas que me interesan no creo que tengan presupuestos de millón de euros, por ejemplo, pero no creo que la mayoría pasen de 300.000 ó 500.000 euros. De las películas que hago yo, Los muertos fue la más cara y costó 220.000 dólares, pero Fantasma salió por 100.000 dólares. Yo creo que con este dinero, que no es poco, deberías apañarte, pero si te metiste en el cine sabrás que, lamentablemente, no es como tener un papel o sacar fotos. Pero como decía, creo que es bueno mantenerse chico, si yo tuviera más plata creo que haría peores películas, seguramente. Si tuviera más presupuesto creo que invertiría en tiempo para rodar...
Misael y Argentino
El hecho de volver a filmar con Misael [protagonista de La Libertad] y Argentino [protagonista de Los Muertos] era al mismo tiempo un homenaje y un agradecimiento pero también las ganas de volver a trabajar con ellos. Y cuando digo que cierro un círculo con Fantasma respecto a las dos películas anteriores —que estoy pensando que no debía haberlo dicho así pero ya lo he repetido cien veces— es más bien que cierro un círculo con Misael y Argentino, a nivel personal, no en la forma de cine que me interesa. No me voy a pasar al cine comercial, no. Serán otras búsquedas... Para mí Fantasma fue como un puente o un nexo hacia Liverpool, que será mi próxima película, al tomarme libertades que no conocía como filmar en interiores, en cemento, con iluminación... Fue como una prueba. Pero volviendo a lo de Misael y Argentino, Fantasma fue algo para cerrar un círculo con ellos, porque para mí ellos son importantes. De hecho, me los traje siempre a los estrenos de las películas anteriores, más fácil a Misael que a Argentino, al que no le gusta nada viajar a Buenos Aires, pero le amenazo con ir a buscarlo y entonces finalmente viene. Es como un respeto, por el trabajo que hicimos juntos y también a nivel humano; para mí son importantes pues son símbolos de toda esa gente marginada que uno no puede conocer. De hecho, si lo querés, hacer una película para mí es la excusa para encontrarme con esos personajes tan diferentes a mí. De otra manera no podría tener ese vínculo de trabajo de compartir algo, no sé si llegar a ser amigos pero sí de compartir una relación de afecto y respeto.
Liverpool
Lo que me marca a mí a la hora de hacer una película, incluso más que la persona, es el lugar. Lo primero que sé es el lugar donde quiero hacer una película, sea el monte en La Pampa, la selva en Corrientes o en el Teatro San Martín en Buenos Aires. Si no me hubieran dado permiso para rodar en ese teatro no hubiera hecho la película. Para mí el entorno, el lugar, es protagonista siempre porque es lo que marca la vida de las personas que viven allí; ya sea con la naturaleza o con ese edificio cultural con gente que no tiene la cultura o la educación necesaria para saber cómo aprovecharlo. Y, por ejemplo, para Liverpool lo primero que pensé fue en montañas, un barco, un puerto, mar, nieve, alcohol... Y dije, bueno, el único lugar en Argentina que reúne todo esto es Ushuaia. Entonces, viajo allí y empiezo a ver cómo se mueve la gente, cómo camina, empiezo a moverme, agarro un auto y me pierdo durante dos o tres horas. Y así es como que voy a atar puntos muy chiquititos, recorridos e historias muy pequeñas, pero siempre del lugar.
Y así surgió la idea base de Liverpool: es el retorno de un hombre al lugar donde nació tras haber desaparecido veinte años. Y él regresa en un barco carguero, y ya visualmente un barco carguero, en medio del mar con esos pasadizos de fierro, esos hombres medio locos, solos, alcohólicos... son gente que se van del mundo. La gente que trabaja en el mar, con la que estuve hablando, necesitan el dinero pero también de alguna manera tratan de alejarse de todo, se la pasan meses y meses en el mar. Y yo conocí historias de gente que cobra su sueldo en el puerto, se lo bebe o incluso se lo regala a la puta con la que se acuesta porque no tiene a quien dárselo. Y en el sur de Argentina hay mucha gente que está ahí porque escapa de algo, no sé de qué, pero eso es lo que me interesa. También me influyó mucho filmar con esa gente de 40, 50, 60 años que está tirada en la calle que a mí siempre me hacen pensar qué le tuvo que pasar en la vida para acabar acá. Y la idea es tratar de descubrir, o sugerir, sin que me lo cuente, que algo le pudo haber pasado. Y ese misterio tiene que ser poderoso para sostener la película, no lo que le pasó, que pudieron ser mil cosas. Pero se tiene que generar como un extrañamiento, como un amor y tratar de llegar al hueso de ese personaje, suficientemente fuerte como para mantener la estructura de la película. Todavía no tengo cara para el protagonista. Sé que tendrá entre 45 y 50 años, y probablemente sea como un alcohólico o ex alcohólico, que toman, toman... de rostro triste, devastado por el alcohol.
Espectador
Y luego en La libertad o Los muertos hay un momento que te lanza, que se escapa a un espacio narrativo diferente y la cámara se libera. Ahí es cuando yo creo que vuela un poco la película, cuando se diferencia de un documental o de un retrato de personaje. Me parece que ahí es cuando de alguna manera se eleva un poquito más lo cinematográfico, el cine, la cámara, el director o el camarógrafo por encima del personaje o del objeto, digamos. Y ahí cobra más importancia el cine, la imagen, lo que se ve. Y es algo que también circula por el resto de la película, que lo trabajamos mucho con el fotógrafo y camarógrafo, de no estar pegados al personaje. Sentimos que la cámara tiene que seguir su mirada para algún lugar, o pasar al personaje y volver a encontrarlo, que la cámara tenga su independencia.
De todas formas, habría que diferenciar uno de otro. En el de Los muertos [el plano inicial], sé que es un plano que no se corresponde con el resto de la estructura de la película, porque es algo espectacular y a lo mejor genera una expectación y luego el resto de la película es como más chato. Pero yo creo que los comienzos y los finales de las películas tienen que ser increíbles. Lo de Millenium Mambo [Hou Hsiao-hsien, 2001], sólo con ver el comienzo, ya pensé: “bueno, acabo de ver una película increíble”, y es un plano, que está pensado y es hermoso estéticamente. Y eso —volviendo a lo que hablábamos antes sobre el vídeo y el 35mm.— te lo da la imagen y el sonido. Un solo plano hermoso de entrada te puede dar amor a primera vista por algo, su belleza estética... Bueno, por eso se pinta, se hacen fotos, la imagen es la imagen.
2)
(Como en el caso de Mariano Llinás, aquí va una versión más larga de la entrevista con Lisandro Alonso que se publica hoy en "Clarín". Piensen en lo que sigue como una mezcla de charla grupal de bar, confesionario personal y Q&A público... en inglés. O algo parecido.)
Lisandro Alonso acaba de presentar por segunda vez su película "Liverpool" en el Festival de cine de Viena. Es un sábado al mediodía y la enorme sala del Gartenbaukino está casi repleta. En este festival, que siempre ha apoyado el cine de vanguardia, las cuatro películas del director, de 33 años, han pasado por aquí, desde "La libertad" hasta "Fantasma", pasando por "Los muertos". Y el público cinéfilo sabe con lo que se va a encontrar y lo celebra. Alonso parece en su elemento. Durante los pocos más de 80 minutos que duró esa proyección de "Liverpool" --que ayer se estrenó en el Complejo Tita Merello y desde hoy se da en la Sala Leopoldo Lugones--, Alonso se sentó con el enviado de "Clarín" en el clásico Café Prückel de la capital austríaca para hablar de su cine, que fascina al mundo de los festivales y que, cree él, no termina de ser reconocido en la Argentina. "Liverpool" transcurre en Tierra del Fuego y se centra en un marino que regresa allí y que viaja al interior de la provincia a un pequeño pueblo a ver su madre tras muchísimos años sin visitarla. Buena parte del filme describe el trayecto del protagonista mientras la última parte se centra en lo que encuentra al llegar a su destino. "Fui conectando cosas que me fueron llevando a hacer la película --dice--. Desde ver a una banda que tocaba covers de los Beatles en Chile hasta una publicidad que mostraba la imagen de un tractor en medio de la nieve. Eso y algunas otras cosas --que no conviene revelar para no develar parte de la trama-- fueron creando la historia". Pero no esperen música de los oriundos de Liverpool en la película que lleva el nombre de esa ciudad inglesa por título. La referencia no tiene (casi) nada que ver con eso. "La historia apareció al estar en el lugar, quedarme un tiempo y ver a la gente. El filme fue una excusa para estar allá y vivir un tiempo con ellos, que no son actores. Es eso lo que más disfruto de hacer cine", dice.
-Da la impresión de que la historia es menos importante que retratar el lugar. O bien que la historia es el lugar... -Sí, claro. A mí no me interesa trabajar con actores que me pregunten acerca de la psicología de sus personajes, su pasado, su futuro. Acá tenés la historia de un tipo que muy bueno no es, que abandona a su familia y deaparece. Pero el guión es lo que menos me importa, apenas lo leo durante el rodaje. Escribo unas páginas --quince, veinte-- porque te lo piden los productores y para presentar el proyecto en el INCAA, pero después la película surge en el lugar. El guión lo chequeo de vez en cuando para no perderme...
-Aunque esta película es algo más "narrativa", tu estilo siempre está ligado a los planos largos, la observación, los pocos diálogos... -Es lo que me gusta y lo que me sale. No sé si podría hacer una película de acción o una comedia. Me gusta que la gente complete las películas cuando las ven, que pongan cosas que pueden no estar ahí. El público las hace mejores películas de lo que son (risas). De cualquier manera, Alonso dice que sí, que en esta película acortó un poco los planos ("filmo planos de más o menos cuatro minutos y después los recorto, los sostengo mientras siento que algo está pasando con las imágenes", explica) y que su idea para el futuro es poder hacer otro tipo de películas. "No sé, algo tipo "Alphaville", de Godard --dice--. Hay que ver si puedo..." Pero para eso, aparentemente, va a faltar un largo tiempo. "Cada vez más me pregunto para qué hago cine --dice, sincero--. Las películas van a los festivales, se venden a unos pocos países y después las ven muy pocas personas en la Argentina. No quiero entrar en la espiral de hacer una película detrás de otra como si fuera un trabajo. Mi productora soy yo y estoy un poco cansado de este circuito".
-¿Te molesta que no se reconozcan tus películas en la Argentina pese a que debes ser uno de los pocos cineastas en el mundo que llevó sus cuatro primeras películas a Cannes? -Estoy bastante cansado de todo lo que cuesta hacer una película y después sentir que le importa a los mismos de siempre, que cada vez son menos. No sé, tal vez sea hora de parar un tiempo. Hice cuatro pelis en siete años. Es un montón. La verdad es que tengo ganas de parar un poco y pensar bien lo que voy a hacer. No me veo haciendo esto a los 80 años, ni loco. Podría dejar el cine tranquilamente. Paso la posta...
-Es raro que digas esto teniendo en cuenta la muy buena recepción que tienen tus películas en el mundo... -Sí, pero siempre es el mismo circuito. Con "Liverpool" intenté hacer una película diferente que las anteriores, más narrativa, pero no sé si lo logré. Lo que hago es ésto. Es lo que me sale. No estaría mal parar varios años y después volver y que la gente diga: "¿Te acordás de éste? Eran buenas sus películas, ¿no?"
3)
Lisandro Alonso. La aventura de salir de uno mismo
Con treinta y cuatro años y cuatro películas –La libertad (2001), Los muertos (2004), Fantasma (2006) y la reciente Liverpool, estrenada a fines de 2008–, Lisandro Alonso ha construido una de las obras más singulares del cine contemporáneo. En su discurso, casi como un leitmotiv, el verbo “salir” se reitera obstinadamente. Sus películas, en efecto, se originan en la perseverancia en llevar la cámara más allá del lugar donde vive, en salir fuera de su círculo de pertenencia. Pero no se trata de la búsqueda de exotismos más o menos pintorescos y tampoco de la reivindicación pueril de otredades. En las imágenes de Alonso se cifran enigmas y extrañezas que definitivamente apartan su cine de esas fórmulas gastadas.
Desde el título, Liverpool es la más urbana de tus películas. ¿Podríamos esperar una película tuya que suceda en la ciudad?
MONTAJE
Secuencia. Viaje Puerto/Ciudad/Pueblo.-





















“Agradecé que tenés la panza; esto no es la cárcel” Julia
LEONERA
Idem ( 2008, Argentina-Drama) de Pablo Trapero
Un patio interno se vuelve gran sala con acopio de vestuario. En aquellos sectores que son usados como sets hay incluso algún pequeño santuario donde aparecen estampitas e imágenes de santos, incluso alguna del Gauchito Gil. La estética elegida por el director recuerda a la de El bonaerense , pero el dramatismo es sustancialmente más contundente. Cada imagen suena a golpe en el mentón y para nada pueden ser asociadas a las que se vieron en títulos carcelarios y femeninos del cine nacional como Deshonra , de Daniel Tinayre, hace medio siglo, o la sensacionalista Atrapadas , de Aníbal Di Salvo, hace poco mas de dos décadas.
"Venimos cumpliendo en fecha con lo planeado", asegura Trapero, sentado en uno de los inmóviles y rústicos taburetes de cemento que luce la celda elegida para la entrevista, pensada para dos reclusas, exactamente igual que aquella en la que se filma una escena con Gusmán. Allí todo es gris y los colchones tienen tres centímetros de espesor.
"Comencé a pensar en la película durante el rodaje de Nacido y criado", señala el director, que compartió la escritura del guión con Martín Mauregui, Santiago Mitre y Alejandro Fadel. "Es la historia de Julia, una chica de clase media y universitaria que de un día para el otro se encuentra con una vida que no tiene nada que ver con la suya. No es mujer que está presa por traficar droga o provenir del mundo del crimen, nada que ver. Es una situación confusa, casi accidentada, que desata una tragedia: termina con ella en una prisión, embarazada de uno de los dos hombres que aparecieron ensangrentados junto a ella. De golpe, será acusada de un crimen que seguramente no cometió", explica. "Para Julia, la historia comienza cuando ingresa en la cárcel, el proceso judicial que va llevando su causa en paralelo a su embarazo y el dilema de criar a su hijo en la prisión o no. Es el retrato de mundos contrastados y de cómo en la medida en que van pasando los años mientras el proceso judicial va pegando giros ella misma cambia. Julia es una mujer que tiene que entender lo que ocurrió antes de ir a prisión y cómo se dio este proceso."
Si bien en Familia rodante los protagonistas eran los miembros una familia, un papel decisivo era el interpretado por su propia madre. Esta vez se trata de una historia con eje en una mujer. "Tenía ganas de hacer una película en la cual poder recrear un mundo femenino. Si bien este lugar es un poco contrastante, casi todos los personajes son mujeres", dice.
Durante la preproducción fueron entregadas diez cámaras descartables a distintas reclusas ("de las que volvieron ocho", dice, con una sonrisa, Gusmán), cuyas fotos sirvieron de inspiración a los encargados de arte y vestuario. "Son sorprendentes. Seguramente cuando se estrene la película haremos una exposición con muchas de ellas", dice la protagonista.
"La película ocupa cinco años en la vida de Julia, algo que implica muchos cambios: el embarazo, tener a su hijo dentro de la cárcel, que le saquen a su hijo -dice Gusmán-. La construcción la hice basándome en casos reales y, como la película se divide en épocas, más allá de sus cambios externos fui pensando en sus cambios físicos y emocionales. Si bien no deja de ser una chica de clase media que entra con todas en contra, nada después de esos cinco años será igual: es joven, es linda, tiene plata, es decir, tiene todo para perder. Pero se supone que mató a un tipo, por lo que no es tan «tranquilita»: por un lado se defiende, pero por otro necesita de una «madre tumbera», una líder guía dentro de la cárcel", concluye la actriz.
Por Claudio D. Minghetti
Aquel primer guión que no fue, el del viaje de tres personajes hacia un crimen, dejó asentada una decisión que Trapero y Gusmán mantuvieron, saludablemente. Que, incluso en un medio donde la mayoría de quienes lo habitan son pobres, su protagonista fuera una chica de clase media alta. “Al SP le pedí entrevistas puntuales con chicas que tuvieran una carátula similar a la de Julia, que estuvieran por homicidio, y que pertenecieran a un estrato social similar”, asegura Martina. “Para mí era muy importante no caer en el cliché de comerse las eses: Julia no es una tumbera, es una chica universitaria que por una circunstancia tiene que pasar por esta situación. Sabíamos que de otra manera iba a dar forzado; la idea era centrar la construcción del personaje por otro lado. También me parecía un desafío mayor para la identificación de buena parte del público. Porque la verdad que el 80 por ciento de la gente que va a ver la película va a ser de un estrato social de clase media a media alta, que son concretamente, los que pueden acceder hoy a una entrada de cine.” EN SET CERRADO ¿Viste películas del género “carcelario”? – Vi todo lo que tuve a mi alcance –dice Trapero–Alcatraz, The Shawshank Redemption, lo que se te ocurra. Y las argentinas: vi Atrapadas (la de Aníbal di Salvo, de 1984, con Camila Perissé), Deshonra (1952, de Tinayre con Tita Merello). Y creo que todas las claves del género están en Leonera; no en primer plano, pero están. Con casi todas mis películas hice un ejercicio parecido. En Familia rodante había un género, cientos de películas argentinas sobre la familia, desde Los Campanelli; El bonaerense tiene la tradición del policial argentino; o las películas súper dramáticas de los ‘80 que de algún modo están en Nacido y criado. Me gusta esta idea de dialogar con algún tipo de cine que se haya hecho en Argentina a lo largo de la historia. Por ahí lo hago desarmando y reconstruyendo, repensando lo que ya se hizo desde otro punto de vista. La producción de Leonera (que contó con capitales coreanos y brasileños) distó mucho de esa experiencia más tranquila y controlable que buscaba Trapero. Implicó una larga investigación, un acercamiento abierto al ámbito en el que iba a transcurrir el relato, y lidiar con el enjambre burocrático y logístico que significa filmar en cárceles verdaderas. “Hablamos con Marta Dillon (cuyo libro Corazones cautivos –Ed. Aguilar, 2006–, sensible crónica de las vidas de las mujeres en la cárcel, fue central para el guión de esta película), con Ricardo Ragendorfer (que tiene un pequeño papel en la película), con ex presidiarias, con gente del servicio penitenciario. Varios presos y ex presos hicieron distintos papeles: la mujer que interpreta a Elsa, la abogada de Julia, estuvo 12 años adentro y en ese tiempo se hizo abogada y ahora tiene una ONG que ayuda a chicas que salen de la cárcel. Muchos de los celadores de la ficción son personal del servicio penitenciario que en sus francos venían a laburar en la película. En algunas escenas se daba una tensión particular, mucho recelo porque eran verdaderos celadores con chicas que capaz que habían estado presas.” Desde su rol de productora, Martina cuenta cómo fue el primer abordaje del Servicio Penitenciario: “No sólo fuimos a pedir autorización para filmar en la cárcel, sino que armamos un proyecto más global, de intercambio. Por un lado, para que las presas pudieran trabajar en la película hay algo que ya existía y que yo pedí que se ampliara al rubro cine: la posibilidad de que percibieran sus honorarios a través del SP, por una cuenta en la que se deposita un dinero que se les da cuando salen en libertad, o que puede ser transferido a un familiar o usado para compras de cosas de higiene, por ejemplo. También hicimos proyecciones de nuestras películas de diferentes cárceles con charla debate”. Para sorpresa del director y la actriz-productora, un dato que ella no sabía si dar o no al Servicio Penitenciario en su presentación, ayudó a abrirles puertas. “Eran fans de El bonaerense; algunos la habían visto 15 veces, le pedían un autógrafo a Pablo. Parece extraño, pero en su momento, cuando estábamos por estrenar El bonaerense, que coincidió con el tema de los secuestros express, armé una proyección para la cúpula de la policía, para que la vieran antes y si la prensa iba a preguntarles sobre la película, tuvieran con qué responder. Tuve pánico, pero sabía que ya estábamos jugados, y la reacción fue buena: los cargos jerárquicos por ahí no me decían nada, pero aprobaban el gesto de mostrarles la película. Ahora, sobre el fanatismo que despertó, creo que tengo una respuesta: sí es una película crítica, pero todo el mundo sabe que en la policía hay corrupción, y acá al menos había una película que habla de ellos, de una realidad con la que se podían identificar, y lo valoraron. Creo que es un poco también lo que pasó con los trabajadores del Servicio Penitenciario y con los presos: vieron que alguien podría poner en una película una voz que nadie escucha.” El retrato que hace Leonera de los celadores del Servicio Penitenciario esquiva el lugar común que impuso el género, el de cerdos abusivos y hasta sádicos. “Sin ánimos de idealizar –dice Trapero–, tengo que decir que me sorprendí: así como encontramos gestos de solidaridad entre internos, los encontramos también entre internos y celadores. Uno ve que es muy duro el trabajo para los empleados del SP. Si las escuelas y los hospitales están olvidados, imaginate lo olvidado que puede estar el SP. Muchas veces la gente del SP tiene a sus propias familias adentro. Y seguro que la mayoría no soñaban de chiquitos que querían ser guardiacárceles, sino que determinada realidad social los ubicó en ese lugar. Muchos te lo dicen: Yo tomé este camino porque el otro camino que tenía es el que tomó un primo y él ahora está de ese lado y yo de éste.” La primera de esta serie de entrevistas que Martina tuvo con mujeres presas resultó fatal pero también muy instrumental para diseñar el recuerdo neblinoso que Julia tiene del crimen del que se la acusa. “Le pregunté al director del penal por qué estaba presa esta chica y me dijo: Porque mató a su hijo. Tuvimos una charla de cuatro horas en la que me relató que el crimen en sí mismo para ella estaba en black out; que asume que mató a su hijo por lo que le dicen, pero que no se acuerda de nada, y pensé: Si me está mintiendo es una psicópata terrible, pero si me dice la verdad, es de un nivel de angustia insoportable. Entré creyendo que no iba a poder escucharla siquiera, y terminé casi consolándola, mientras ella, llorando, me decía: Si es verdad o mentira, ¿qué importa?, si yo voy a cumplir la condena; voy a tener que estar acá 20 años. Pero necesito tener la imagen de mi hijo muerto y entender por qué lo maté...” También, cuenta, entendió algo que conecta con el título de la película (aunque la leonera es, específicamente, como se conoce a los espacios de tránsito en las cárceles): “Las internas madres con hijos en las cárceles son más bravas, tienen una cosa de leonas con la cría; están más alertas, violentas. Ahí es donde se producen los motines más seguidos y violentos. Es un poco ley de la selva. Hay un cúmulo de indignación, de resentimiento, vergüenza; una actitud violenta ante las circunstancias que están viviendo, y de culpa porque sus hijos están viviendo esa situación por ellas”. CHICA CONOCE CHICA Uno de los grandes aciertos de Leonera -–por su efecto de verosimilitud, al menos– es el relato de la formación de parejas entre las internas. Cómo el personaje fundamental de Marta (Laura García) se convierte en su protectora, su mujer, su amiga. Dice Trapero: “Depende mucho de los pabellones y las unidades, pero de lo que pudimos ver, el sexo entre las mujeres es muy distinto del caso de las cárceles de hombres. En las de hombres hay uno, dos o tres que tienen una posición pasiva, con quienes todos los otros tipos tienen un rato de sexo. Es el sexo como descarga, no es tan común la idea de pareja, de pequeñas familias u organizaciones más íntimas. También está el sexo de las visitas higiénicas. Pero entre las mujeres vimos que hay una necesidad de crear vínculos de seguridad, de intercambio; de familia, de cuidado. Hay chicas que tienen su pareja, su protectora o su protegida por muchísimos años mientras que afuera, en paralelo, mantienen su marido y su familia, y son dos realidades complementarias. Hay una realidad que colabora: en general la cárcel de hombres tienen colas infinitas de mujeres que van a visitar a maridos y novios, y les llevan a sus hijos. En las de mujeres son otras mujeres que van a visitarlas: hermanas, amigas, madres”. “Siempre, siempre se forman parejas”, dice por su parte Martina. “Todas las chicas de entre 20 y 25 años, que son llamadas doñitas –doñas son después de los 30–, y que ingresan por primera vez a un penal, encuentran alguien que las proteja, si no no sobreviven. Estas protectoras, chongos o madres tumberas, tienen más años en la cárcel, y una o varias protegidas. Esta protección tiene una devolución, que puede consistir en lavar la ropa, o puede ser de tipo sexual, pero es algo por lo que pasan todas, es ineludible. A diferencia de lo que pasa en las cárceles de hombres, que suele ser con violación, acá se forman familias; hay una cosa más de solidaridad y comunidad. El sexo tiene una connotación menos violenta pero en algún momento, más tarde o más temprano, llega igual. Se da naturalmente: todas nos contaban cómo iba pasando, y a veces era la necesidad de un abrazo, o el momento de decir: Tengo miedo, ¿puedo dormir con vos?”. Por Mariano Kairuz Fuente: Página 12




























