SINOPSIS: Charlie Wilson era un congresista soltero de Texas cuya personalidad de buen vividor escondía una mente política muy astuta, un profundo sentido del patriotismo y una gran compasión por los más débiles. A principios de los ochenta, con la amenaza de la invasión soviética, el más débil era Afganistán. La gran amiga de Charlie, su mecenas habitual y amante ocasional, era Joanne Herring, una de las mujeres más ricas de Texas y virulenta anticomunista. En su opinión, la respuesta estadounidense a la invasión soviética dejaba mucho que desear, y convenció a Charlie para que ayudara a los muyahidines –los guerreros afganos– consiguiendo fondos y armas para echar al agresor soviético. El compañero de lucha de Charlie en esta dura batalla fue el agente de la CIA Gust Avrakotos. Charlie, Joanne y Gust recorrieron el mundo para formar una alianza casi imposible entre paquistaníes, israelíes, egipcios, abogados y una bailarina de la danza del vientre. Su éxito fue notable. Durante los nueve años que duró la ocupación de Afganistán, los fondos que el gobierno de Estados Unidos destinaba para operaciones clandestinas contra la Unión Soviética pasó de cinco millones de dólares a mil millones anuales, y el Ejército Rojo se retiró de Afganistán.
"TIPS"
GUION
Charlie Wilson: Todo el mundo te quiere.
Joanne Herring: Ella es un liberal.
Charlie Wilson: Yo soy un liberal.
Joanne Herring: [pone su mano en su trasero] no es donde cuenta.
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Charlie Wilson: ¿Quieres decirme que la estrategia de EE.UU. en Afganistán es que los afganos sigue caminando en el fuego de ametralladora 'hasta que los rusos se queda sin balas?
Gust Avrakotos: Esa es la estrategia de Harold Holt's, no es la estrategia de EE.UU..
Charlie Wilson: ¿Cuál es la estrategia de EE.UU.?
Gust Avrakotos: Bueno, estrictamente hablando, no tenemos uno. Pero estamos trabajando duro en ello.
Charlie Wilson: ¿Quién es "nosotros"?
Avrakotos Racha: Yo y otros tres tipos.
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Charlie Wilson: Usted no es James Bond.
Avrakotos Racha: Usted no es Thomas Jefferson, tampoco.
CÓMO SE HIZO "LA GUERRA DE CHARLIE WILSON"
1. El proyecto
En 1979 hacía seis años que el congresista Charlie Wilson representaba al 2º distrito de Texas de forma impecable. “El liberal de Lufkin” era una paradoja viviente que luchaba por los más débiles. Defendía los derechos de las mujeres y la desgravación fiscal para la tercera edad, pero este tejano se oponía al control de armas. Los votantes negros eran su mayor baza; era el favorito en el llamado “cinturón de la Biblia”. Su distrito le adoraba. Sin embargo, en el Capitolio se le conocía más por la desenfrenada vida personal que llevaba paralelamente a su carrera política. Se había rodeado de un enjambre de preciosas secretarias a las que llamaba, cómo no, “Los ángeles de Charlie”. Un hombre de 1,92 metros de altura y de voz potente, inteligente, encantador, al que en la época le gustaban las mujeres tanto como el whisky. El escándalo parecía seguirle allá donde iba, pero su innata afabilidad impedía que los daños fueran a más. Entre todos los acontecimientos que se produjeron en 1979, la invasión soviética de Afganistán parecía el que menos probabilidades tenía de atraerle. Pero nada de lo que hacía Wilson era previsible. Las increíbles hazañas de Charlie Wilson se dieron a conocer por primera vez en 1988 en un perfil biográfico del programa “60 Minutes”, producido por el periodista George Crile, que siguió interesándose por el personaje y acabó publicando un superventas acerca de las operaciones clandestinas de Wilson. Parecía una novela, pero eran hechos reales. George Crile cuenta en el libro: “Estábamos en enero del año 1989 y el Ejército Rojo se preparaba para retirar sus hombres de Afganistán. Charlie Wilson me invitó a acompañarle en un viaje por Oriente Próximo. Hacía unos meses, había producido un perfil sobre Wilson para “60 Minutes” y no tenía intención de escarbar más en el papel que había jugado en la guerra de Afganistán. Pero no dudé en aceptar la invitación. Empezamos por Kuwait, luego fuimos al Iraq de Sadam Hussein y, a continuación, a Arabia Saudí. La gira nos llevó a los tres países que pronto interpretarían los papeles principales en la Guerra del Golfo. Para mí, este viaje fue el principio de una odisea que duraría diez años”. La alucinante historia de intrigas internacionales protagonizada por Wilson, llena de personajes coloristas con sueños de gloria, cautivó al veterano reportero. Pero documentarse sobre los fundamentalistas islámicos, los traficantes de armas israelíes y los agentes que trabajaban con dos tejanos y un agente de la CIA fue un tremendo reto. Susan Lyne, la esposa de George Crile, dice: “Nadie sabía toda la historia. Charlie conocía su parte; Gust la suya y Joanne, la suya. George habló con Charlie y Gust muchas veces durante varios años. Empezaron a confiar en él y revelaron un poco más en cada entrevista. Pero quedaba unir todas las piezas del rompecabezas y encontrar un hilo conductor que guiara al lector”.
No sólo era una tarea descomunal conseguir el material, sino descifrarlo, sobre todo porque George Crile nunca dejó su trabajo habitual. “Parece ridículo que le llevara tanto tiempo (pasaron 13 años desde ese primer viaje hasta la publicación del libro), pero debía desentrañar tratos secretos entre países que ni siquiera se reconocían, operaciones clandestinas de la CIA y el tejemaneje de los comités del Congreso”, recuerda Susan Lyne.
Barbara, la hermana de Susan, se convirtió en la animadora y el aguijón del escritor, apoyándole, releyendo, corrigiendo y animándole a acabar el libro. Le ayudó tanto que George Crile le dedicó la novela.
“Se sintió cautivado por el hecho de que fuera una historia tan americana, con personajes imperfectos que, más allá de una aparente tosquedad, de las copas y de las mujeres, tenían sueños de gloria”, dice Barbara Lyne. “La situación de los muyahidines afganos les conmovió; estaban convencidos de poder cambiar el mundo. Mucha gente sueña con la gloria, pero de vez en cuando tres o cuatro personas convergen y consiguen algo grande. A George le encantan las historias de redención, y está le llegó al corazón porque los héroes son tan inesperados. Le gustaba esa frase que le decían los afganos: ‘Los caminos de Alá son misteriosos’. Los estadounidenses que se metieron en esto no tenían nada que ver con lo que pasaba, pero se arriesgaron y dieron en el blanco”.
Cuando se publicó la novela en 2003, no tardó en convertirse en un superventas y en atraer la atención de Hollywood. El productor Gary Goetzman se enteró de la historia a través de un amigo en Washington. “Un congresista amigo mío me dijo que Charlie Wilson era un personaje fascinante”, recuerda el productor. “También me dijo que George Crile había escrito una novela acerca de él”.
Gary Goetzman y su socio de producción Tom Hanks leyeron Charlie Wilson’s War y quedaron fascinados. “Era una gran historia política, muy divertida y absolutamente única”, dice Gary Goetzman. “Charlie estaba muy impresionado por lo que eran capaces de hacer los muyahidines para echar a la Unión Soviética de su país y decidió ayudarlos”.
“Nos hicimos con los derechos nada más leer el libro”, añade Tom Hanks. “Como a cualquier estadounidense, me había parecido fantástico que un grupo de afganos tan variopinto consiguiera derrotar al ejército ruso; eran unos auténticos patriotas. No tenía ni idea de que el gobierno de Estados Unidos y de otros países les financiaban y daban armas”.
Una vez adquiridos los derechos, la tarea de convertir la novela en un guión recayó en Aaron Sorkin, premiado por los Emmy y conocido por sus historias políticas llenas de personajes inteligentes, diálogos ingeniosos y tramas poderosas. Desde Algunos hombres buenos (la obra y la película) pasando por El presidente y Miss Wade hasta la elogiada serie “El ala oeste de la Casa Blanca”, el guionista ha sabido plasmar en el papel los escalafones del poder estadounidense.
“Leí una crítica del libro y me lo compré”, recuerda Aaron Sorkin. “Había empezado a leerlo cuando me enteré de que Playtone había comprado los derechos. Le pedí a mi agente que me consiguiera una cita con Gary Goetzman para convencerle de que era el guionista idóneo para adaptarlo”. Y añade: “Gary, dejando la prudencia y el buen juicio a un lado, me contrató”.
Aaron Sorkin se enfrentó al reto que suponía transformar un libro muy complicado en un guión. Para encontrar el tono justo, el guionista se documentó durante meses. “Tardé casi ocho meses en terminar la primera versión”, recuerda. “En realidad el libro es una serie de entrevistas muy detalladas, algo que tiene muy poco que ver con una película. Los guiones suelen tener tres actos, pero después de estrujarme los sesos, se me ocurrió una estructura de cinco actos”.
Sorkin habló varias veces con George Crile durante el proceso. El guionista también visitó a Charlie Wilson en numerosas ocasiones y el político acabó convirtiéndose en un colaborador habitual durante la preproducción y el rodaje. Wilson, un perfecto caballero, puso su inteligencia, perverso sentido del humor y conocimientos históricos al servicio de la película.
El congresista dice: “Cualquiera que lee un guión sobre uno mismo siente que se han dejado muchas cosas, pero es necesario entender que en una película no caben todas las escenas de un libro y menos de una vida. Acepté la idea muy al principio”.
Gary Goetzman añade: “Desde la primera vez que hablé con Charlie por teléfono, me pareció el hombre más divertido y sincero con el que había hablado acerca de hacer una película. Nunca nos defraudó, siempre estuvo allí y se implicó más en el proceso de lo que en principio debía hacerlo”.
Hablando del guión, Tom Hanks dice: “LA GUERRA DE CHARLIE WILSON podría ser un documental fascinante. Pero como película de entretenimiento con aspectos históricos hace falta perspectiva. Para ello, contamos con la opinión del equipo creativo al completo, pero todo empezó con el guión de Aaron, que incorpora la sensibilidad del libro de George”.
Una vez acabado el guión, los productores hablaron con Mike Nichols para que dirigiera el proyecto. “Nos pareció que era el tipo de material que podía atraer a Mike”, dice Gary Goetzman. “Había intriga política, y un personaje como Charlie cuyas hazañas no sólo eran asombrosas, sino entretenidas. Charlie y su socio Gust eran geniales, dos hombres totalmente diferentes, pero juntos eran divertidos, astutos y cautivadores. Joanne Herring era una mujer glamurosa, sexy y muy decidida. La historia lo tenía todo, y los toques cómicos surgen a menudo de circunstancias sorprendentes. Nos pareció un guión hecho a medida para Mike”.
El director y Tom Hanks son viejos amigos, pero nunca habían trabajado juntos antes de LA GUERRA DE CHARLIE WILSON. El oscarizado actor reconoce que las películas de Mike Nichols le influyeron desde el principio.
Para el director, bastó una simple conversación. “Tom y Gary me pidieron que leyera el libro”, recuerda. “El proyecto me cautivó y me interesó mucho. El planteamiento de Aaron Sorkin no sólo era correcto, era brillante. Tom y yo somos buenos amigos, siempre había querido trabajar con él. Además, es aún mejor actor de lo que imaginaba”.
Charlie Wilson fascinó a Mike Nichols: “Se hace con el espacio que le rodea. Escucha cuando se le habla y contesta lo que le viene a la cabeza. Es educado, amable y considerado”. El director se sintió atraído por la historia de “tres personas que derrocaron a un gigantesco imperio”. Añade: “Tenían mucha ayuda de la gente a la que convencían, pero básicamente consiguieron mover los hilos que llevarían a la caída del imperio soviético”.
“Mucha gente no sabe lo terrible que fue la Guerra Fría, ni que el mundo estaba aterrorizado ante Rusia, era un hecho”, añade el director. “No se suponía que tenían armas de destrucción masiva, se sabía. La crisis de los misiles cubanos fue aterradora porque los rusos podían atacarnos. Como dijo Charlie, todo eso pasó de verdad, y ahora es difícil entender que el malo era Rusia. Todo el mundo les temía”.
Para prepararse, Tom Hanks pasó mucho tiempo con Charlie Wilson hablando de política, de Joanne Herring, de Gust Avrakotos y de sus extravagancias. El ex congresista siempre fue honesto; a menudo contaba historias en las que no siempre salía bien parado.
Tom Hanks, hablando de Charlie Wilson, dice: “Era un político consumado, pero nunca mintió acerca de lo que hizo. Además, tiene un físico impresionante. Es muy alto, tiene una voz muy fuerte y va de tejano, desde las botas a la hebilla del cinturón y los tirantes. Y, sobre todo, es encantador”.
El actor y productor añade: “Me asombró oírle decir: ‘Me da igual lo que digáis de mí porque lo más seguro es que lo haya hecho. Sólo me importa que los hechos históricos sean correctos’. Ni se inmutó cuando en una escena aparece en un jacuzzi rodeado de bailarinas exóticas en Las Vegas, porque le había pasado”.
Desgraciadamente, George Crile no llegó a ver el comienzo del rodaje. Falleció de un cáncer de páncreas el 15 de mayo de 2006 a los 61 años. “Perdimos a George Crile antes de que comenzara el rodaje”, dice Gary Goetzman. “La novela y su afecto por Charlie fueron una parte muy importante de su vida, como lo era esta película. Perderle antes de que comenzara el rodaje fue muy duro”.
2. El reparto
Mike Nichols trabaja por segunda vez con Julia Roberts y Philip Seymour Hoffman en LA GUERRA DE CHARLIE WILSON. El director explica su empeño en querer trabajar con la actriz: “Julia es tremendamente creativa. Es una magnífica actriz de cine, está entre las mejores. Se preocupa por el vestuario, el maquillaje, lo que haría o dejaría de hacer su personaje... Éramos conscientes de que Joanne Herring, una millonaria tejana que había tenido varios maridos, era algo mayor que Julia. Pero cada momento en que Julia aparece en pantalla es eléctrico, sorprendente, fascinante, aunque el personaje parece muy controlado. Descubrimos a alguien totalmente nuevo, y eso me entusiasma”. Julia Roberts reconoce que Joanne Herring no se parece a ningún personaje que haya interpretado antes: “No me había imaginado en un papel semejante, pero me sentí muy halagada cuando Mike me pidió que lo interpretara. Es un guión estupendo, mucho más jugoso y profundo de lo habitual. Joanne es una mujer fantástica, llena de energía pero muy enigmática. Se interesó sinceramente por el destino de los guerreros afganos”. Al contrario de Tom Hanks, Julia Roberts prefirió no conocer a Joanne Herring hasta hacerse con el personaje: “Interpretar a alguien real es curioso. La línea que separa la imitación de la interpretación es muy tenue”, explica la actriz. “Me pasó lo mismo con Erin Brockovich. Es difícil saber cuál es el mejor momento para conocer a la persona. Decidí leer toda la información disponible, ver documentales, el perfil biográfico de Charlie en ’60 Minutes’ y un par de cosas sobre Joanne antes de conocerla. Y cuando por fin ocurrió, descubrí a una mujer fantástica, muy educada y vestida impecablemente”. Mike Nichols entendió que la actriz quisiera crear un personaje que no estuviera influenciado por la realidad. Aunque los personajes de LA GUERRA DE CHARLIE WILSON se basan en personas reales, deben comportarse como los personajes de una película y plegarse a los requisitos de la historia. El director espera que se conviertan en personas reales para el público. Aunque Julia Roberts ya había trabajado con Mike Nichols y parte del equipo, no conocía a Tom Hanks. Dice: “Mike tiene un equipo habitual, lo que aporta mucha seguridad. Y estaba Tom Hanks, un hombre dulce, enérgico, divertido, amable y asombroso”.
El actor disfrutó con la idea de interpretar al espía. Se sentía cómodo en la piel del personaje siempre que le guiaba Mike Nichols. “Hace unos siete años que conozco a Mike”, dice. “Hicimos una obra de teatro juntos en 2001, pero le conocí en 2000. Somos amigos y me ha encantado trabajar con él en esta película”.
Reconocido adicto a las noticias, Hoffman confiesa que el tema le gustó, pero que le engancharon los personajes y sus aventuras. “Soy un adicto a las noticias y me pareció genial ver lo que hicieron Charlie y Gust porque tiene mucho que ver con lo que pasa ahora en Estados Unidos y en el mundo”, explica. “Pero me convencieron los personajes y su historia. No hizo falta hacerles más interesantes, eran simplemente fascinantes”.
Philip Seymour Hoffman habló con dos personas que habían conocido a Avrakotos íntimamente, su hijo y Milt Bearden, el ex agente de la CIA que ha sido el asesor técnico durante el rodaje y que se hizo cargo de “la oficina afgana” organizada por Charlie Wilson y Gust Avrakotos. Tanto Wilson como Bearden se quedaron asombrados al ver a su amigo cobrar vida a través de la interpretación de Hoffman.
La experiencia de ver a sus antiguos compañeros interpretados por actores tenía algo de surrealista para Charlie Wilson. Hablando de la interpretación de Hoffman, dice: “Gust era un luchador nato, un tipo duro, grande, musculoso, amenazante, y Hoffman es exactamente eso. Le rodea la misma aura peligrosa y ominosa que tenía Gust. Con el bigote y las gafas oscuras, se le parece mucho. Es una pena que Gust y George Crile no hayan podido verle”.
Acerca de Joanne, sigue diciendo: “Sabía que Julia Roberts era una actriz asombrosa, pero hay una escena, una fiesta en la mansión de Joanne, en la que hace una entrada electrizante. Nunca la había visto con Tom y la química es sorprendente”.
En toda la película sólo hay un personaje que es un compendio de varias personas. Se trata de Bonnie Bach, la ayudante de Charlie Wilson. A la hora de buscar a la actriz adecuada, Mike Nichols recordó la película en la que debutó Amy Adams, nominada a un Oscar: “Me enamoré de Amy cuando vi Junebug. Obligué a todos mis amigos a ir a ver la película. Ha sido un auténtico placer trabajar con ella”.
La actriz dice: “Hice una prueba en Nueva York y me ofrecieron el papel. Me encantó el guión, me pareció una historia fantástica que debía contarse y quería ayudar a contarla”.
Disfrutó con sus ingeniosos y exasperados intercambios verbales con Tom Hanks en el papel de Wilson. Había trabajado en varios episodios de “El ala oeste de la Casa Blanca”, escrita por Aaron Sorkin, y estaba acostumbrada a sus diálogos. “Los diálogos son fascinantes”, dice la actriz. “Son muy rápidos, brillantes, típicos de Aaron. He intentado interpretarlos con realismo y funciona con Bonnie porque es una persona inteligente, intensa y atrevida”.
Entre los otros papeles secundarios de LA GUERRA DE CHARLIE WILSON está el de Doc Long, presidente del subcomité de Partidas Presupuestarias para Defensa, interpretado por el legendario Ned Beatty, y el de Jane Liddle, la nada conservadora hija de uno de los hombres más conservadores del distrito, interpretada por la actriz británica Emily Blunt.
En la vida real, como en la película, Charlie no pudo resistirse a la apasionada y guapa Jane Liddle, a quien Emily Blunt describe como alguien que “aparenta ser recatada y carecer de sexualidad delante de su padre, pero que cambia completamente con Charlie. Es inteligente, sexy y sabe lo que quiere. Al igual que Charlie, no desea una relación seria, sólo quiere pasarlo bien”.
El famoso actor indio Om Puri interpreta a Zia ul-Haq, el presidente de Pakistán que ayudó a Wilson, Avrakotos y Herring a organizar su guerra secreta. Había trabajado en otra película de Mike Nichols, Lobo, con Jack Nicholson y Michelle Pfeiffer, en 1994. Hablando del director, dice: “Es muy tranquilo, muy relajado, pero saca lo mejor de uno como actor”.
Otros personajes secundarios son Zvi Rafiah, un traficante de armas israelí que debe un par de favores a Charlie Wilson, interpretado por Ken Stott, y Crystal Lee, una joven del 2º distrito de Texas que sueña con ser actriz y modelo, encarnada por Jud Tylor.
3. La producción
El rodaje de LA GUERRA DE CHARLIE WILSON empezó en Marruecos, que hizo las veces de Pakistán y Afganistán. Jere Van Dyk, experto en Afganistán, y Milt Bearden, el jefe de la CIA en Pakistán desde 1986 hasta que la retirada de la Unión Soviética, se aseguraron de que la recreación fuera fiel al original. En 1981, Jere Van Dyk entró en Afganistán, vivió con los muyahidines y mandó crónicas al New York Times acerca de los ataques soviéticos, antes de escribir un libro. Milt Bearden, tal como cuenta George Crile en Charlie Wilson’s War, fue reclutado personalmente por Gust Avrakotos para hacerse cargo de la oficina de Islamabad. La recreación de varios campamentos de refugiados en el Atlas impresionó a los dos asesores. Bastante más arriba del campamento base, donde estaban las caravanas, vehículos de apoyo, el vestuario y el catering, se instaló el campamento de refugiados con sus tiendas variopintas, hogueras y los extras marroquíes vestidos con ropa tradicional afgana y de los ochenta. “Cuando vi a toda esa gente, los niños andando por el puerto, pensé estar en Afganistán”, dice Jere Van Dyk. “Me pareció maravilloso ver a esas familias. Era exactamente como lo que vi a principios de los ochenta”. Milt Bearden elogia el esfuerzo de los cineastas para ser fidedignos. Dice: “Afganistán fue lo que realmente definió a Charlie Wilson. No cejó en su empeño hasta que los soviéticos volvieron a cruzar el Puente de la Amistad y el río Oxus”. A la altitud a la que estaba instalado el campamento, los cambios de tiempo eran muy bruscos, pasando de sol a lluvia en cuestión de media hora. Los actores y el equipo técnico se alojaban en un hotel de una estación de invierno, donde se quedaron atrapados cuando una tormenta de viento, nieve y granizo cerró el puerto que llevaba a Marrakech, la ciudad más próxima a una hora y media. Cuando por fin volvió el sol y el ejército marroquí reparó la carretera, todos regresaron al decorado. El departamento artístico y el de carpintería se esforzaron en reparar los daños. Aunque acabó algo más destartalado que antes, todos estuvieron de acuerdo en que lo hacía aún más realista. También se rodó en Rabat, la capital de Marruecos, en un precioso palacete con patio central y antesalas con grandes arcos, cuyas paredes estaban decoradas con cerámica. De regreso a Los Ángeles, tuvo lugar el rodaje de una de las escenas más impresionantes, la velada durante la que Joanne Herring convence a Charlie Wilson para que ayude a los refugiados afganos. Se escogió la Residencia Chandler, en Hancock Park, edificada en 1913. La mansión, de estilo Beaux Art y 900 metros cuadrados, cuenta con seis dormitorios, siete baños, sala de música y biblioteca, además de una piscina interior.
Para recrear la fiesta benéfica de Joanne Herring, el diseñador de producción Victor Kempster tapó la piscina y colocó una fachada “estilo afgano” contra la casa, tal como habría podido imaginárselo una tejana de la alta sociedad.
También diseñó una lujosa suite con jacuzzi en Las Vegas desde la que hay una vista panorámica del Strip, creada por el supervisor de efectos visuales Richard Edlund.
El equipo de Victor Kempster también recreó un lugar mucho más serio: los pasillos del Congreso. Charlie Wilson disfrutó mucho con la recreación de su despacho y de su piso de soltero en Washington. Le impresionó la copia del famoso “Speaker’s Lobby” del Congreso: “No sé cómo lo consiguieron, pero es idéntico, desde el suelo a los retratos de los portavoces. ¡Increíble!”, dice, riendo.
Para plasmar estos decorados en la pantalla, Mike Nichols recurrió a otro viejo amigo, el director de fotografía Stephen Goldblatt, que colabora por tercera vez con el director.
Las secuencias de LA GUERRA DE CHARLIE WILSON filmadas en el Atlas incluían hasta 900 extras y fueron un auténtico reto para el dos veces oscarizado diseñador de vestuario Albert Wolsky y su equipo. La preproducción y el rodaje se desarrollaron durante el ramadán y fue necesario prepararlo todo con mucha antelación. “Contratamos a un supervisor de vestuario únicamente para esas escenas que se trasladó a Marruecos dos meses antes que nosotros”, dice el diseñador. Hubo que comprar la ropa afgana en Kabul y mandarla a Marruecos, donde, en muchos casos, se teñía y envejecía para encajar con el vestuario de los refugiados.
El departamento de vestuario se documentó y descubrió que el vestuario de Charlie Wilson planteaba más problemas de lo que esperaban. “Trabajar con ropa de época, me refiero a 50 años atrás o más, no plantea tantas dificultades”, explica Albert Wolsky. “Pero imitar algo que mucha gente recuerda es peliagudo, sobre todo porque parece que la moda de los ochenta quiere volver”.
Desde las hombreras que lleva Bonnie Bach (interpretada por Amy Adams) a los peinados de “Los Ángeles de Charlie”, el departamento tuvo muchas oportunidades de sumirse en la moda de la época. “Amy Adams tenía una vaga idea de lo que se llevaba en los ochenta. Al final de la sesión de pruebas, estaba encantada. Descubrió que las hombreras servían para que la cintura pareciera más pequeña”, dice Albert Wolsky.
El estilo de Charlie Wilson también era muy particular. El diseñador dice: “Me alegro de haber conseguido que Tom se pareciera al auténtico personaje. El estilo le iba muy bien. Charlie me dejó una de sus camisas para usarla como modelo”. Las botas vaqueras también ayudaron a Tom Hanks a imitar los andares del tejano.
Albert Wolsky ya había trabajado en dos ocasiones con Julia Roberts, en Novia a la fuga y El informe pelícano. Le diseñó un vestuario elegante, sofisticado y en tonos más bien oscuros que contrastaban con la famosa melena rubia de Joanne Herring.
Como cualquier millonaria que se precie, Julia Roberts lleva abundantes diamantes prestados por Cartier North America: pulseras, collares, pendientes de diamantes de diez quilates valorados en 1,5 millones de dólares y una sortija de 15 quilates valorada en dos millones de dólares. Naturalmente, dos guardas armados acompañaban a la actriz en cuanto se ponía las joyas.
Julia Roberts estaba atónita ante su propia transformación: “Durante la primera prueba de vestuario, me quedé boquiabierta ante lo que conseguían. No me parecía en nada a la mujer que había llegado con el pelo recogido en una coleta y unos pantalones de chándal”.
Para la fiesta benéfica, Tom Hanks llevó una chaqueta de esmoquin blanca, muy parecida a la de Humphrey Bogart en Casablanca, la película favorita de Charlie Wilson.
En cuanto a Gust Avrakotos, nunca se ponía nada elegante ni de diseño. Hablando de la caracterización, el diseñador Albert Wolsky dice: “Nos basamos en sus gafas oscuras, su corte de pelo y unos trajes que no llamaban la atención. Estábamos de acuerdo en que su ropa debía ser casi invisible, como si siempre llevara la misma”.
La invasión de Afganistán por la Unión Soviética en diciembre de 1979, no pilló por sorpresa a la CIA. Tal como George Crile escribe en Charlie Wilson’s War, “la invasión cambió la opinión del presidente Jimmy Carter acerca de la URSS. Se convenció de que los soviéticos eran realmente malvados y que sólo entendían la fuerza”.
Y Crile añade, citando al vicepresidente Walter Mondale: “No sé si ‘miedo’ es la palabra correcta para describir nuestra reacción. Pero lo que más nos asustó fue la sospecha de que el círculo más cercano a Brézhnev no fuera racional. Sabían que la invasión envenenaría los tratos con Occidente, empezando por los acuerdos SALT (Conversaciones para la limitación de armas estratégicas)”.
El gobierno Carter descartó oponerse con la fuerza. Ambos superpoderes poseían un enorme arsenal de armas nucleares y estábamos en plena Guerra Fría. Además, después de Vietnam, Estados Unidos no quería entrar en otro conflicto cuyo final era más que dudoso.
Pero Carter tomó ciertas medidas. Autorizó el boicot de los Juegos Olímpicos de 1980 celebrados en Moscú; apoyó un embargo a la venta de trigo a la Unión Soviética e introdujo la Doctrina Carter, por la que Estados Unidos entraría inmediatamente en guerra si los pozos petrolíferos de Oriente Próximo se veían amenazados. Además, autorizó a la CIA a luchar contra el Ejército Rojo.
Así empezaron las operaciones secretas de la Agencia para armar a los rebeldes afganos. Sin embargo, la CIA tenía por costumbre no suministrar armas que pudieran involucrar a Estados Unidos, por lo que el primer envío consistió en bastantes armas ligeras y munición de fabricación soviética para unos mil hombres.
Los luchadores afganos fueron la mejor baza de la CIA. Encabezados por sus jefes y mulás, llamaron a la yihad contra las decenas de miles de soviéticos que entraron en su país. Según Crile: “El pueblo afgano fue tratado con la misma brutalidad que luego horrorizó al mundo cuando los serbios iniciaron la limpieza étnica. Los aviones y tanques soviéticos arrasaban los pueblos que podían apoyar a la guerrilla. Millones de afganos, hombres, mujeres y niños, no tardaron en huir del país para refugiarse en Pakistán y en Irán”.
Su situación y su determinación conmovieron al congresista que representaba al 2º distrito de Texas. Charlie Wilson se interesaba mucho por la política exterior y sentía una fuerte antipatía por la Unión Soviética. Por suerte para los afganos, era miembro de un subcomité que actuaba de eslabón entre el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA: el subcomité de Partidas Presupuestarias para Defensa. Después de hablar con una millonaria anticomunista muy bien situada, se dispuso a usar su posición a favor del pueblo afgano.
Wilson tuvo ocasión de ver de primera mano los devastadores efectos de la invasión soviética cuando la millonaria Joanne Herring le llevó a Afganistán. El ex congresista recuerda: “Joanne tenía a acceso a Zia, el entonces presidente de Pakistán, y él le hacía caso. Me convenció de que fuera a Afganistán y viera por mí mismo lo que ocurría. Estaba indignada ante las atrocidades cometidas por los soviéticos y le preocupaba la expansión de la Unión Soviética”.
Joanne Herring, ahora Joanne King, dice: “Me invitaron a Francia porque soy sobrina de George Washington, y el tataranieto de Lafayette quería presentarme a los que él consideraba los cinco mejores estrategas del mundo. Uno de ellos era paquistaní y luego fue embajador en Estados Unidos. Mi marido, en la época, era un importante hombre de negocios que fundó Enron, no el que la destruyó”.
“Ese hombre quería que mi marido fuera cónsul honorario en Pakistán para hacer negocios con él”, sigue diciendo. “Mi marido rechazó la oferta, pero me propuso en su lugar. Era una idea realmente rara para un país musulmán. Al principio no le gustó, pero aceptó por temor a ofender a mi marido. No sabía qué podía hacer para ayudar al país y empecé a trabajar con los más pobres. Cuando el poder pasó a manos del presidente Zia, seguí en mi puesto porque había sido útil para el país. Es más, incluso llegué a asesorarle”.
Con el permiso del presidente Zia, Joanne Herring produjo un documental, que describía la terrible situación de los refugiados afganos, para conseguir fondos en Estados Unidos.
Antes de que Charlie Wilson viajara a Pakistán, Joanne llamó al presidente Zia para avisarle de que “no debía tomar en cuenta el aspecto extravagante del congresista ni lo que se contaba de él en círculos diplomáticos acerca de su moral decadente”.
Charlie Wilson recuerda: “El presidente Zia sentía profundamente lo que les ocurría a sus hermanos musulmanes. Tenía mucho valor. Puso a mi disposición helicópteros del ejército para llevarme a la frontera con Afganistán. Lo que vi se me quedó grabado en la memoria: personas, niños sobre todo, con las manos arrancadas por las minas que los soviéticos tiraban desde helicópteros”.
“Quizá fue esto lo que cambió mi vida durante los diez o doce años siguientes”, sigue diciendo. “Salí de aquellos hospitales decidido a que los soviéticos pagasen por lo que estaban haciendo y a ayudar al pueblo afgano”.
De vuelta a Washington, encontró un aliado inesperado en el agente de la CIA Gust Avrakotos. De ascendencia griega y criado en la calle, era una anomalía en la Agencia, que entonces estaba en manos de la clase patricia estadounidense, pero Avrakotos era el hombre perfecto para Charlie Wilson.
Le conmovió el espíritu de los afganos y, según George Crile: “Nada le hacía sentir mejor que matar comunistas. Algo se había despertado en su interior al conocer al pueblo afgano. Eran máquinas de matar y los comprendía. Querían vengarse. Él quería vengarse”.
Avrakotos y Wilson, ayudados por un puñado de agentes, organizaron un complicado plan para financiar, armar y entrenar a los muyahidines con la ayuda de Pakistán, Israel, Arabia Saudí y China.
Y consiguieron que el Ejército Rojo volviera a cruzar el Puente de la Amistad y abandonara Afganistán en 1989. “El ejército soviético era el más temible del mundo”, dice Charlie Wilson. “Era considerado invencible. El gran e indomable Ejército Rojo había aterrorizado al mundo durante 50 años. Pero no pudieron con guerreros tribales analfabetos armados con rifles Enfield 303. Siempre estuve convencido de que si les suministrábamos armas bastante potentes para destruir los tanques y helicópteros soviéticos, les echarían de su país. Nadie se lo creía excepto Gust y yo, y lo conseguimos”.
Como indica la palabra, de una operación secreta no se sabe nada. Y esto, según George Crile, podía ser peligroso para Estados Unidos: “En el mundo musulmán, la victoria de los afganos contra un superpoder moderno fue considerada una hazaña que daría pie a grandes transformaciones. Pero en casa nadie parecía darse cuenta de que había pasado algo importante y que Estados Unidos había sido la herramienta que lo había hecho posible”.
Notas de producción © 2007 Universal Pictures

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